La Spirulina es una micro-alga azul-verde que
constituye una de las primeras manifestaciones de vida en el planeta. Su
antigüedad puede calcularse entre los 3.100 y 3.500 millones de años, de modo
que se ubica en la base absoluta de las cadenas alimentarias que se construyeron
a partir de ella. Tiene forma de filamentos espiralados microscópicos -como un
tirabuzón- aunque son apreciables, además, formaciones rectas.
Originalmente proviene de lagos de África, América
tropical y otras zonas cálidas y se ha extendido aprovechando su capacidad de
adaptación a otras zonas donde no pueden vivir otros organismos (como lagunas
muy saladas o de elevada alcalinidad o conos volcánicos).
En Argentina, su cultivo comenzó en la década del
noventa. Se cultivan en estanques abiertos de poca profundidad, expuestos a la
radiación solar, donde se les provee un conjunto de sales de las cuales se
alimenta. Se separaran del medio de cultivo por filtración, y luego son secadas
como única forma de garantizar la conservación de sus propiedades en el tiempo.
La producción comercial se realiza en estanques de varias decenas de metros de
largo por 4 o 5 metros de ancho, con una profundidad media de 15 cm, con una
cubierta tipo invernadero.
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